Sólo soy Victor Caneiro, un emprendedor de nacimiento, cosecha del 68, con denominación de origen Galicia, concretamente de Narón. Estoy plenamente convencido que el haber nacido en día 13, marca.
De lo personal de mi infancia sólo diré que por circunstancias de la vida me ví obligado a vivir con mi hermana, mi cuñado y mi sobrino y ahijado, desde los 9 años. Gracias Teri.
Me defino emprendedor de nacimiento porque a la edad de 11 años ya empecé a hacer negocios. Un buen día se me ocurrió hacer un «periódico». Cogí un folio, lo corté a la mitad, escribí algo en él, no recuerdo el qué, supongo que serían «noticias» del barrio, y dibujé un plano en el que situaba una carpintería cercana. Doblé esas dos mitades y las uní con un par de grapas. Y ahí me fuí yo a la carpintería con un par de narices para que me pagaran algo por la publicidad. Aún recuerdo las risas cómplices, incluso orgullosas, del personal de la carpintería. Se pasaban el «periódico» unos a otros como diciendo «mira qué bien este chaval». El caso es que por esa «publicidad» me dieron 100 pesetas, que por aquel entonces… Y ahí empezó mi vocación.
Con una máquina de escribir que había en casa, me puse a escribir cuentos, o novelas, no se muy bien cómo definir aquello, porque eran unos 5 o 6 folios cortados por la mitad y doblados; unas 24 páginas. Eran relatos de aventuras. Recuerdo que algunos tenían como protagonista a un perro, un pastor alemán, al que llamaba Sultán. Escribía un par de ellos a la semana y luego los vendía en el colegio, a 25 pesetas cada uno, creo recordar.
Ese «negocio» fue creciendo y lo que eran 6 folios fueron creciendo hasta llegar a ser libretas enteras manuscritas y con ilustraciones que calcaba de cómics de aventura. Y claro, el precio iba creciendo. Escribir me relajaba un montón. ¡Y no tenía ni una sola falta de ortografía, ni una!.
Recuerdo que un verano también instalé un taller de bicicletas en el desván de casa. Cuando tenía algo de dinero, si tenía que ir a comprar alguna pieza o parches para mi bicicleta, aprovechaba y compraba un neumático o una cubierta para tener almacenados, y luego los vendía a los amigos, que preferían comprármelos a mí un poco más caros, que tener que ir en bus a Ferrol a buscarlos a la tienda o esperar a que sus padres fueran a por ellos.
De niño no me gustaba nada estudiar. Iba aprobando, pero siempre teniendo que recuperar una o dos asignaturas en cada evaluación. ¡Qué mal lo pasaba cada vez que llegaba con las notas a casa!.
Finalizada la EGB (enseñanza obligatoria), me matrículé en FP (lo que hoy llaman ciclos), para aprender electricidad y electrónica del automóvil.
En esa etapa trabajaba en las fiestas, los fines de semana, en las rulóts de venta de hamburguesas, para sacarme un dinero para mis gastos. Así no tenía que pedirlo en casa, algo que se me hacía tremendamente duro. No me atrevía.
Llegada la pubertad, la época rebelde, y a falta de un año para acabar los cinco años de FP, reuní valor para decir en casa que no quería seguir estudiando, que veía que lo que estaba aprendiendo en bancos de pruebas y maquetas, no se parecería en nada a la vida real. La alternativa lógica: si no estudias, a trabajar. Y así lo hice. Empecé en un extremo de Ferrol y acabé en el otro de Narón pidiendo trabajo en todos los talleres.
Pero nadie quería contratar a un chaval de 16 años recién salido de Formación Profesional. Me daba igual el sueldo, lo que quería era aprender, aprender de verdad. Pero nada.
Hasta que un día alguien me habló de dos personas que tenían un taller clandestino. Uno de ellos trabajaba en un importante concesionario, y el otro era militar, de marina. Hablé con ellos. Recuerdo muy bien aquella conversación: «nosotros no podemos pagarte ni asegurarte porque esto es ilegal y sólo lo tenemos para el equipo de rallies y para pequeños arreglos a los amigos y familiares; ahora, si quieres aprender, si que vas a aprender«. Y adelante.
Al principio entraba a las 19:30 y salía a las 2:00 o 3:00 de la mañana. Unos pocos meses después me dieron una llave y ya iba por la mañana y por la tarde, para ir adelantando trabajo.
Luego vino la mili, voluntario. Instrucción en Figueirido, Pontevedra y destino en el parque móvil de artillería anti-aérea, en Ferrol, con un montón de vehículos a mi responsabilidad, ya que yo era el único electricista, excepto los 2 primeros meses, creo. Curso, exámen y ascenso a cabo a los pocos meses, curso de especialista en Coruña, y curso, exámen y aprobado a Cabo 1º. Como muchos, me presenté voluntario con la intención de hacer carrera militar, pero la convivencia con suboficiales borrachos, incultos, irresponsables y prepotentes destruyó todas mis ilusiones.
Vuelta a buscar trabajo. Lo encontré pronto, en un taller, donde estuve unos meses.
A los 18-19 años, por circunstancias de la vida, me independicé; me fuí a vivir solo en la casa en la que había vivido con mi madre hasta los 9 años. Con diez mil pesetas de salario (sin nómina ni alta en la seguridad social), sin muebles, con una cocina de leña… Uff, duro recordarlo.
Pronto me ofrecieron un puesto en una concesión de Mercedes-Benz, gracias a que en ella estaba de jefe de taller uno de los que había tenido como «jefes» en el taller clandestino. A veces creo que no se lo he agradecido lo suficiente. Ahí estuve 3 años, esta vez sí, con contrato y seguridad social, auqnue cobrando menos de lo que figuraba en la nómina 8o|
Con 21 años volvió el espíritu emprendedor. Pedí todo lo que había acumulado de paro, alquilé un local y abrí mi propio taller. ¡Vaya locura!. Tenía unas ganas que me comía el mundo, cartera de clientes para empezar, cierta experiencia, pero nulos conocimientos de gestión empresarial. Esa fue la mejor universidad. A base de llevar palos de proveedores aprovechados. ¡Las que tengo pasado…!. Con 21 años, solo, en una casa con una mesa, unas sillas, una cama y un armario comprados todos de segunda mano …
El taller fue evolucionando, o mejor lo fuí evolucionando, adaptándolo a los nuevos tiempos, enfocándolo hacia electrónica hasta que Promovil Electricidad pasó a ser Promovil Mobile Media Audio, ya en un nuevo local ubicado en la arteria principal de la localidad. Pero con préstamos, una mujer, y un hijo… Buf, lo que hemos llorado en momentos difíciles.
Fui de los primeros en comercializar telefonía móvil en Galicia, cuando ni siquiera tenía cobertura de Moviline en mi local. Es digno de mencionar. Recuerdo perfectamente el latiguillo de aquella aventura: «pero quien te va a comprar un teléfono móvil cuando muchas veces ya sobra hasta el de casa…». Tiempo al tiempo, decía yo. ¡Y qué risa cuando la gente, para «fardar» me compraba las maquetas que las marcas (Motorola, Ericsson, Alcatel…) regalaban para usar como reclamo!.
Los TomTom, me río yo de los TomTom con los pedazo navegadores GPS que instalaba por aquel entonces, con su giroscopio para poder navegar en túneles y sus pantallas de 7 o 9″. Y las alarmas con GPS que permitían no sólo localizar el vehículo sino inmobilizarlo desde el teléfono móvil, o disparar una llamada con posicionamiento GPS en caso de accidente. Lo que hoy presentan como gran novedad. Me río yo de la novedad.
La aventura de Promovil duró 12 años, con mucha formación no reglada y autodidacta: marketing, gestión, nuevas tecnologías, diseño web… con participación en concursos nacionales, y organizando concursos a nivel autonómico.
Viendo la evolución del sector (vehículos cada vez más y mejor equipados de fábrica), decidí ir preparando una nueva etapa, antes de que esa evolución me metiera en una situación de pérdidas . Detecté que en toda la comarca no había ninguna agencia de organización de eventos, ni de azafatas, y apenas un par de ellas en la provincia, así que empecé a estudiar el modelo de negocio. Ya tenía alguna experiencia, por haber organizado y participado concursos y exhibiciones.
Así es que en el año 2.003 creo Eventi, una agencia de organización de eventos, azafatas y publicidad, cerrando unos meses después la etapa Promovil. Aquí sigo, y aquí sigue Eventi, espero que por muchos años.
Hasta este año. Eventi ha ido creciendo y su facturación ha ido en aumento. Incluso el cierre de 2.011, ya con la crisis galopante encima, logramos cerrarlo con un incremento de un 5% en la facturación.
Para poder prestar un mejor servicio a nuestros clientes de diseño web, en 2.009 constituyo Galynet S.L., una empresa de hosting y registro de dominios, que también sigo gestionando a día de hoy. Y que dure.
Y ahora, en 2.011, me embarco en otra nueva aventura, también relacionada con las nuevas tecnologías, participando como cofundador de Duyudu S.L., cuya raíz son las compras grupales, pero con interesantes ramificaciones en proyecto.
De momento, hasta aquí mi vida. Ya me conocéis mejor que muchos amigos.
Si esto no es nacer emprendedor, que alguien me explique qué lo es.
P.D.: Llegué a tener un perro llamado Sultán, aunque era un mastín leonés, no un pastor alemán 😉
Hola Victor, la novela La Aldea Roja se puede encontrar en alguna librería en Madrid o sólo está disponible en Amazon?
Muchas gracias y un saludo
Hola César.
Ante todo, muchas gracias por su interés.
La novela está disponible únicamente en Amazon para la zona de Madrid.
Un saludo
Me ha encantado tu novela «La Aldea Roja» me la lei en un plis, se espera segunda parte, ojala si, ha sido todo un descubrimienro
Muchas gracias María. Me alegro mucho que te haya gustado.
En breve publicaré una dilogía, aunque con otro estilo narrativo. A ver si gusta.
Y en cuanto a La Aldea Roja, sí hay prevista una segunda parte. A ver si dispongo de tiempo para ella.
Un abrazo.